Hoy 10 de octubre es día mundial de la salud mental.
Y aunque no soy sicólogo, siquiatra ni terapeuta, he estudiado mucho la mente humana, la forma en como funciona y los impactos que tiene en la vida diaria una pobre gestión de ella.
He vivido ese infierno en carne propia.
Pensamientos negativos que rayan en el fatalismo…
… un bucle interminable de ideas y emociones que, cuando se descontrolan como caballos salvajes, me hunden en una profunda desesperación y angustia.
Una silenciosa desesperación y angustia.
Quizá lo has vivido.
Pero si la mente es la “mejor” herramienta que tenemos como los seres más evolucionados de este planeta, ¿por qué nos juega chueco?
¿Por qué la menta nos traiciona así?
Y te dará risa pero, en mis momentos de mayor tormento mental, volteaba a ver a mi perrita Maruca, inamovible, moviendo la cola cada que alguien pronunciaba su nombre…
… y que con vergüenza me preguntaba: ¿qué se sentirá vivir así sin preocupaciones?
Y justo después de esa pregunta, un pensamiento crítico y de ataque hacia mi mismo: “¡Débil! ¿Con que ahora quieres ser un perro no?”
Nadie sabe la lucha interna que cada persona tiene en su interior.
Muchos ni siquiera nos atrevemos a reconocerla… menos entendemos cómo gestionarla.
La mente en si misma no es ni buena ni mala.
Es simplemente un caballo salvaje que PUEDE ser domesticado.
Así como un caballo salvaje puede darte una coz y partirte la cabeza, uno domesticado puede ayudarte en las tareas mas complejas.
¿Cuántas veces no te has cachado utilizando tu mente, repitiendo un número de teléfono para memorizarlo?
¿Cuántas veces no te has “escuchado” hablándote en tercera persona para darte consejos, echarte porras y animarte a intentarlo una vez más?
¿Cuántas veces no te has retirado a un momento de silencio externo para “hablar” contigo y mentalizarte sobre lo que viene enfrente y la decisión que debes tomar?
Estas son formas positivas y muy productivas de usar la mente a nuestro favor… hasta que se nos escapa de la mas manos.
El problema, como escribía arriba, es cuando la mente nos trepa en la montaña rusa de pensamientos y emociones negativas, rumiando por lo que hicimos mal, o preocupados por lo que viene en un futuro incierto.
Cada que me hago consciente de ello recuerdo, sin falta, esa escena en la película infantil de Luca (que si no las has visto, es una buena forma de ”inventarte” un momento de convivencia con la familia) cuando precisamente este personaje duda de si mismo.
A Luca le da miedo todo lo que pueda pasar, miedos que no vienen de él, sino de sus padres y del clan donde creció, donde las historias familiares se enquistaron limitando su propia capacidad de explorar la vida y el mundo.
“Silencio Bruno”, es el consejo que le da su amigo Alberto para superar todos sus miedos.
¿Bruno? ¿Y quién demonios es Bruno?
Tu voz interior. Esa que te dice “No puedes”, “¿Para qué lo intentas?”, “No tienes lo que se necesita”. “¡Ves! Te lo he dicho un millón de veces”.
En mi caso, al loco de la azotea lo bauticé como Melquiades.
Y al principio quería matar a Melquiades.
Quería deshacerme de ese infeliz al que veía con desprecio por martirizarme mentalmente todos los días…
… hasta que me di cuenta que a Melquiades lo alimentaba de cierta forma mi enojo, y, en última instancia, mi miedo a sucumbir ante sus juicios e ideas.
Lo que resistes, persiste.
Se hacía más fuerte, más presente.
Entendí que NO podía callar esa voz interna y, que si lo hiciera, estaría echando por la borda uno de los regalos más grandes que la vida me ha dado.
¿Y que hacer entonces con el infeliz de Melquiades, con tu Bruno?
Entender que es parte de ti, PERO NO ERES TÚ.
Déjame escribir eso de nuevo: ES PARTE DE TI, PERO NO ERES TÚ.
Y ahí mi relación con Melquiades comenzó a cambiar.
El miedo sigue existiendo, pero ya no me paraliza.
La duda sigue existiendo, pero ahora entiendo que lo que Melquiades busca es evitarme el dolor por si fallo.
Ya no lo culpo. Ya no lo quiero madrear.
Si sientes que te ahogas, pide ayuda.
Si sientes que ya no puedes, pide ayuda.
Si sientes que ya no hay salida, pide ayuda.
Si crees que vas solo en la vida, pide ayuda.
La ayuda puede salvarte, y quizá luego puedas echarle la mano a alguien más.
En este día de la salud mental date cuenta de que tu eres la parte más importante de tu vida…
… porque sin ti, no hay vida.
El mundo no necesita héroes… tus hijos y tu familia sí.
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