Invierte en el proceso, no en el resultado -Srikumar Rao
Vivimos en una sociedad que da valor a alcanzar las metas que te planteas… y entre más logras en automático te conviertes en una persona más exitosa… y al final todos queremos eso ¿no?
“Este mundo no es de perdedores”… aunque habría que replantear el concepto de “perdedor” porque el actual pareciera referirse a aquel que se propuso algo y no lo logró. O dicho de otra forma, los ganadores son aquellos que alcanzan sus metas, lo cual implica que nunca desistieron hasta que lo lograron.
Mucha de esta visión la tenía Vince Lombardi, aquel inigualable coach de los Green Bay Packers quien decía que “Los ganadores jamás renuncian” por lo que entonces renunciar a algo, pareciera ser, te convierte en un perdedor. Interesante asunto.
Ahora ¿el asunto ser exitoso o fracasar es un tema de metas o de esfuerzo… o de ambas?
Si yo hoy, a mis 46 años, quisiera convertirme en receptor de los Pittsburgh Steelers y me enlisto para las pruebas, lo más probable es que no me consideren (no sabrían de lo que se pierden)… y entonces por eso ¿debo considerarme un fracaso?
O a los cientos de personas que llegan después del primer lugar en el maratón de Chicago, ¿son acaso perdedores también?
Quizá es momento de replantear ese trillado concepto de meta y su relación automática y dependiente con el éxito.
¿Hasta donde hay que intentar? Esa es una pregunta trascendental que muchas veces nos consume y no nos damos cuenta de ello.
Imagina una persona que se ha preparado toda su vida para ser un pianista famoso. Ha estudiado en conservatorios, ha pulido días y noches su talento y de repente desarrolla una artritis que no le permite lograr su sueño.
¿Sería este un fracaso?
O quizá has puesto toda tu energía y empeño en tu trabajo, has hecho lo que te toca e incluso más. Tienes la camiseta tatuada y en verdad disfrutas tu trabajo. Tratas de ayudar a quien puedes y te involucras en tanto tema te permiten. Tienes tu visión en esa Dirección con la que has soñado toda tu vida y a la que le has dedicado la mayor parte de tu energía laboral. Estás listo para ella, llevas literalmente años preparándote para ello… para enterarte que el Presidente ha elegido a uno de sus amigos para ese puesto que era “tuyo”.
¿Deberías considerarte un fracasado?
Cuando la meta depende única y exclusivamente de uno, parecería más factible el lograrla… aunque existen sus limitaciones como el caso del pianista que describía líneas arriba.
Ni hablar cuando para alcanzar la meta necesitas que muchas cosas se alineen antes de poderlas lograr.
Y por favor no me malinterpretes porque estas líneas no promueven el dejar de hacer lo que nos toca y poner nuestro máximo empeño… mucho menos el ir por la vida sin metas ni sueños.
Pero ¿qué pasaría si esa meta que tu crees es la “mejor” para ti, no lo es? Claro, no hay una forma certera de saberlo. Peor aún cuando la meta es algo legítimo para ti, como el caso del pianista.
La realidad es que vivimos en un mundo donde nadamos en la incertidumbre. Creemos que tenemos el control de todo, de nuestra vida y de nuestro éxito, cuando en verdad no tenemos control absolutamente de nada.
El problema no son las metas. El verdadero problema es el apego a las metas.
Permíteme escribirlo de nuevo: el problema no son las metas. El verdadero problema es el apego a las metas.
Cuando toda tu experiencia está en alcanzar la meta, tu vida se convierte en un todo o un nada. La meta te define, y desde mi perspectiva, ahí ya has comenzado a perder.
En su libro Disrupt Yourself, Whitney Johnson cita a Seth Godin -contrastándolo contra la frase de Vince Lombardi- que dice “los ganadores renuncian todo el tiempo. Simplemente saben a qué renunciar y en qué momento”. Mucha más interesante esta perspectiva.
Entonces, y por contraste, ¿qué define a un ganador?
En ese mismo libro, Whitney hace referencia a un estudio donde evaluaron a personas que decidían desistir de sus metas y lo que encontraron fue muy interesante: las personas que jamás se rindieron a alcanzar una meta que no era del todo buena para ellos desarrollaron en su fisiología una mayor concentración de hormonas que favorecen la inflamación y la aparición de enfermedades degenerativas como diabetes y envejecimiento celular prematuro.
Pero algo más revelador del estudio fue una correlación que encontraron en el que la persona que constantemente, y de manera muy frustrante, persigue una meta sin lograrlo, tiene menores probabilidades de lograr el éxito en otras facetas de su vida.
En otras palabras, el apego a una meta puede consumir toda tu energía y toda tu experiencia de vida.
Whitney concluye que en esos casos, rendirse o cambiar de meta, puede ser la decisión más acertada. “Es importante soñar… pero más importante saber cuándo hay que cambiar de sueño”.
Entonces, ¿qué define al éxito y al fracaso?
En las filosofías orientales, en las cuales se basa una amplia parte de mi contenido, plantean un enfoque tan distinto como retador: fija la meta y olvídate de ella.
¿Pero cómo me voy a olvidar de ella si alcanzarla me dará el éxito (y por lo tanto el sentido) en la vida?
El asunto es que abordamos todo esto desde la inconsciencia.
El enfoque no dice “prepárate para perder”, interpretación que sería muy fácil asignarle. No, para nada.
Esta forma de ver la vida implica que te fijes metas, pero que de inmediato te desapegues de ellas, del resultado. A eso se refiere con olvidarse de ellas.
El punto de inflexión determinante en este enfoque es que el éxito no está en la meta sino en el proceso, en el camino hacia lograrla (o no).
El éxito está en la persona en la que te conviertes mientras persigues tus sueños. Haces lo mejor que puedes. Te preparas. Trabajas. Pones tu sudor en ello… pero también, mientras lo haces, disfrutas la propia experiencia. Esa es la magia de este enfoque.
Si al final el éxito está en el camino, en ver cómo evolucionas como persona… ¿qué tanto peso tendrá la meta en si misma? ¿Qué tanto te definirá si la alcanzas o no?
En otras palabras, ten sueños, apunta hacia ellos y luego enfócate en el proceso, en el camino. En un mundo tan incierto donde tenemos control de muy pocas cosas, la meta deja de tener ese peso en dar sentido a tu experiencia de vida: si llega bien y si no también.
Y con todo esto no digo que alcanzarlas, por otro lado, no tenga valor en sí mismo. Claro que el sentido de lograr una meta tiene su disfrute en sí mismo… el asunto que lo hace distinto en este enfoque es ser consciente de que ese disfrute dura solo un instante en el tiempo de tu vida. Sin embargo, en quién te has convertido en el camino es algo que te redefinirá para siempre.
La próxima vez que te cuestiones si eres un “perdedor” en la vida, trata de dar dos pasos para atrás y ver todo con una mayor perspectiva. Si logras palpar una evolución como persona de cuando comenzaste la aventura a quien eres el día de hoy, puedes sin duda considerarte todo un ganador.
Y sí, quizá pienses que es solo “otra” forma de ver la vida. La respuesta es sí… pero la pregunta final es ¿cuál enfoque te permite disfrutarla más?
Esa es la pregunta del millón.
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