Ayer los estadounidenses celebraron uno de los días festivos más importantes en su cultura: el día de Acción de Gracias. Mi feed de redes sociales estuvo lleno con una infinidad de notas relacionadas con la fecha. Muchas de ellas con tentadoras ofertas y algunas otras que incluían recetas de los platillos típicos para tal conmemoración. Mis redes sociales sin duda saben lo que me gusta.
Sin embargo, mientras daba un vistazo rápido a las notas, hubo una cuyo título me atrapó. Era un artículo del Huffington Post que se leía: “Necesitamos más días feriados” (“We need more holidays”).
Ésta hacía una comparación retrospectiva sobre el ritmo de vida que los estadounidenses llevan, específicamente en lo relacionado con el trabajo. Partía de una teoría propuesta en 1930 por John Maynard Keynes, quien predecía que en los próximos 100 años (de los cuales solo nos faltan solamente 10 a efecto de poner en perspectiva la nota) los estándares de vida se cuadruplicarían, cosa que en efecto ha sucedido gracias principalmente a las revoluciones industriales y tecnológicas; pero también auguraba que las jornadas laborales serían de 15 horas y que los problemas de las personas ahora serían no saber qué hacer con tanto tiempo libre.
Menudo chiste.
La realidad es que las jornadas se han mantenido, durante los últimos años, en alrededor de 40 horas semanales y creo, sin temor a equivocarme, que mucho de esa estadística está relacionada con las leyes laborales que los sindicatos han forzado a lo largo de la historia reciente. Sin embargo, solo hay que voltear a ver a la mayoría de las personas en el pico de su edad productiva: estresados, agotados, pasando horas interminables en el oficina o en el trabajo (porque ahora donde esté tu teléfono está tu jefe) las cuales muy seguramente sobrepasan esas idílicas 40 horas deseadas.
Para hacer más contrastante aún la nota, ésta compara a un alemán promedio versus su contraparte estadounidense: el primero trabaja 52 días menos en promedio al año. No hablemos ya de los países nórdicos. Comprobado está que ese enfoque no tiene ningún efecto negativo en la productividad. Antes se trabajaba para vivir. Hoy pareciera ser que se vive para trabajar.
En uno de mis artículos escribía acerca de los calendarios laborales de México. Somos de los países que más horas en promedio dedica una persona a trabajar y desafortunadamente con una productividad muy baja. Por ley hay muy pocos días de vacaciones en comparación con países europeos. Pero peor aún, en muchas ocasiones esos días ni siquiera se disfrutan. El trabajo nunca se acaba.
La nota expone la necesidad de que los estadounidenses rescaten sus días festivos y utilizarlos para descansar, viajar o estar con la familia. Hacer algo que no tenga nada que ver con el trabajo. Y especialmente trata de cómo esa festividad de Thanksgiving, y la celebración familiar que eso suponía -más importante aún que la navidad misma-, se ha ido desvirtuando por un fenómeno consumista que ahora también ya es parte de esa misma cultura: el Black Friday.
Ese día, que anteriormente era reservado para compartir momentos y alimentos con la familia, para muchos ha quedado en los libros de historia y en los álbumes familiares. Hoy, muchas de esas personas lo más probable es que ni siquiera lleguen a cenar a sus casas. Año tras año los horarios de las tiendas que buscan atrapar consumidores con la tentación de ofertas increíbles se van adelantando. Lo que antes comenzaba con la apertura de las tiendas el día viernes después de Acción de Gracias fue adelantándose primero a la media noche; hoy hay tiendas que comienzan con las ofertas desde las 6 de la tarde del mismo jueves. Tanto los que tienen que trabajar como aquellos que se lanzan a la caza de ofertas dejaron, por gusto o sin él, la festividad de lado.
Y aunque alguien pudiera argumentar que esos días son los de más comisiones, o en los que la paga por hora es mayor a lo normal, creo que para muchos de ellos debe llegar el momento en el que se cuestionan si en verdad vale la pena. ¿De qué sirve ganar unos dólares más a expensas de sacrificar aquello a lo que en teoría le damos valor? Está bien ganar dinero extra, pero también es importante tener el tiempo (y la disponibilidad mental) para disfrutar los frutos del trabajo.
En la actualidad hay varios movimientos que buscan reducir las jornadas laborales a menos días por semana; otros que buscan utilizar el teletrabajo para evitar las interminables horas perdidas en el tráfico día tras día.Y aunque muchos pudieran argumentar que la riqueza no se genera sin el trabajo arduo, en lo personal creo una persona es mucho más productiva cuando está enfocada e inspirada esté para hacer sus labores, más allá de las horas “presenciales” que el jefe requiere se cumplan.
Me quedo con una frase del propio Keynes: “Hemos sido entrenados para el esfuerzo, no para el disfrute”.
¿Qué tipo de vida vives?
- Fotografía cortesía de Christiann Koepke en Unsplash