La cultura no es algo que puede definirse en un cuadro colgado en una sala de juntas ni tampoco se crea por decreto de la cabeza hacia abajo en una organización.
Tampoco es algo que se construye de la noche a la mañana, pero que en ese tiempo sí puede destruirse.
La cultura organizacional es como el aire: no lo ves, no lo puedes tocar, pero vaya que lo sientes. Y sin darte cuenta, dirige absolutamente todo lo que pasa en una organización, desde la forma en como nos relacionamos, hasta la manera en como administramos el riesgo, gestionamos los conflictos o tomamos decisiones.
La cultura se come a la estrategia en el desayuno -Peter Drucker
Recuerdo una anécdota cuando, en una organización a la que pertenecí, me tocó darle la bienvenida a 5 gerentes para un mismo puesto en un periodo de 6 años.
– “Nos han salido malas las apuestas para esa gerencia”, comentó mi entonces jefe en una sesión informal que teníamos en la sala de juntas.
– “¿Malas?, ¿Apuestas?”, cuestioné yo desde un costado de la sala.
– “Sí. Las personas que hemos contratado ‘no han dado el ancho’”.
– “Válgame”, pensé para mis adentros. “¿No se supone que hemos contratado a una firma de headhunters para traer a los mejores candidatos?”, solté de manera directa, como quien tiene toda la información porque era yo el que aprobaba las órdenes de compra y, cuando estas llegaban hasta mí, era definitivamente por el monto que representaban.
– “Pues qué te puedo decir”, me respondió con la mirada perdida en la única ventana que daba al exterior mientras se preparaba para iniciar la junta.
– “La cultura es como el éter”, contesté.
Y de pronto, todos los ojos se volcaron sobre mi como esperando a que explicara lo que quise decir con ello.
– “A ver, si el headhunter es de lo mejor que hay en el mercado y nos ha traído a los mejores candidatos, ¿cómo es posible que TODOS hayan salidos ‘malos’?”… y noté la facha de molestia tanto en mi jefe como en su director de RH.
– “Podría entender que uno, quizá dos, salgan ‘malos’, como ustedes dicen. Pero ¿todos? Es decir, traemos a los mejores candidatos y pasando por la caseta de vigilancia en automático se hacen malos?”
Silencio.
Incómodo silencio… pero total, ya lo había soltado.
– “¿Y entonces qué sugieres?”, increpó mi jefe.
– “Pues comenzaría por hacer una verdadera reflexión sobre la dinámica que los está llevando a irse o a que los corran porque ‘no dan el ancho’”.
– “Entran y los dejamos solos. Son ellos, solos, vs la cultura… por eso digo que la cultura es el éter… ahí está, haciendo su trabajo, aunque no la veamos”.
El cambio comienza con la gente y es precisamente el cambio cultural de lo más retador que hay en cualquier proceso de transformación.
Los líderes necesitan cambiar el sistema de creencias con el que operan, desde la cabeza hasta el primer nivel. No hay transformación organizacional sin transformación personal. Y no importa cuántas veces lo intentes, pasará siempre lo mismo. No importa a qué consultor lleves a tu organización o qué programa busques implementar.
El cambio implica una evolución en los paradigmas, en los conceptos y en los comportamientos. Y en algunas ocasiones requiere hasta una poda a nivel organizacional.
La cultura es algo que vive como el aire, en medio de todos, en medio de esa identidad colectiva a la que todos, muchas veces de manera inconsciente, respondemos.
¿Eres líder de una organización y estás tratando de implementar una nueva ideología?
Mi recomendación es que no la cuelgues en cuadritos ni tampoco como una tarjeta más que cuelgan del gafete de las personas.
Te propongo algo más directo, más no fácil: se tú quien tenga en mente esa ideología y utilízala para todo: para definir prioridades, para atender a los clientes, para gestionar a los equipos, resolver conflictos, dar feedback, tomar decisiones, asumir riesgos.
Verás que tu equipo poco a poco irá entendiendo esa nueva forma de actuar y, eventualmente, se moldearán justo a la manera que tú estás buscando.
Pero para que todo esto fragüe, otro ingrediente esencial será la congruencia. Si no, eventualmente todo caerá, como un castillo de naipes.
Y entiendo… quizá estarás pensando: “justo eso que comentas vivimos aquí, y mi jefe es el primero que boicotea todo intento de cambio”.
Puede ser.
Y desafortunadamente es algo que tú no puedes controlar.
¿Qué hacer en esos casos?
Enfócate en tu microcosmos, en tu propio equipo de trabajo. Ellos te lo agradecerán, tu lo apreciarás y, quién sabe, en una de esas y eres la semilla que cambiará todo.
¿Cómo terminó esta historia en aquella sala de juntas? Eso lo dejaré para otro artículo.
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