Tenía 30 años. Me acababa de cambiar de trabajo y mi primera hija estaba por nacer. Era el trabajo perfecto: una gran compañía global que tenía fama de tener los mejores salarios y prestaciones, podría estar de nuevo junto a mi esposa después de varios meses de viajar semana a semana y, finalmente, podríamos tomar la decisión de que ella pudiera dejar su trabajo y dedicarse a la bebé -cosa que siempre tuvo en mente- sin que las finanzas familiares resultaran muy golpeadas. ¿Qué podría tener esto de malo? Nada… en realidad nada.
Sin embargo, había algo que había estado en la maleta desde un par de años antes de graduarme de la universidad. En ese entonces estaba estudiando ingeniería en sistemas y uno de mis sueños era convertirme en consultor. Ni siquiera recuerdo que haya sido una razón profesional en lo absoluto. Ser consultor en aquellos años era lo “in”, estaba en boga. Me llamaba mucho la atención poder viajar, conocer personas y tratar con situaciones distintas cada vez. Una fórmula perfecta para evitar el aburrimiento que en veces un trabajo trae consigo. Esa era una idea que realmente me entusiasmaba, al punto que logré obtener una oferta para ser consultor… que acabé rechazando.
Y ahí estaba yo, tratándome de adaptar a mi nuevo puesto lleno de dudas y de una insatisfacción que cada vez crecía más. Inicialmente no le encontraba una utilidad real a mi puesto. No era que no pudiera con las tareas que me asignaban, era más la intrascendencia que en ese entonces yo veía en lo que hacía. Esa historia que me contaba cada vez tomaba mas fuerza y día a día iba siendo más y más infeliz en mi trabajo. ¿Renunciar? Ja! Mi hija estaba por nacer y mi esposa a una nada de renunciar, historia que abordo con más detalle en mi libro “Si lo hubiera sabido antes”.
Pero traigo a colación esta anécdota porque a lo largo de mi carrera profesional en varias empresas y posiciones, esa idea de ser consultor siempre se quedó en el cajón. Cada que me sentía insatisfecho en mi trabajo y con ganas de aventar la toalla, esa idea salía a flote en mi mente: ¿qué habría pasado si hubiera tomado esa oferta? Justo cuando estaba por graduarme me ofrecieron un trabajo como consultor que rechacé. ¿Por qué? Porque la maestría estaba en puerta y eso era lo que “seguía”. El libreto que la sociedad me había vendido era que a más especialización, mejor puesto, mayor salario y, por supuesto, toda la felicidad del mundo. Menudo libreto me había comprado.
Pasaron varios años y seguí creciendo y aprendiendo hasta que llegó el momento de aventar mi vaca por el barranco y decidirme a probar nuevas cosas. ¿Qué si me arrepiento de las decisiones que tomé en mi vida, de no haber aceptado ese puesto inicial que iba alineado con lo que yo quería en ese momento en la vida (porque los gustos y las filias cambian con el tiempo, pero esa es otra historia), de haber aceptado un puesto más por el salario que por el contenido? Esa es una pregunta demasiado filosófica para mi. Lo que sí sé es que si no hubiera vivido todo lo que viví, no estaría en donde estoy ni hubiera aprendido lo que he estado tratando de aprender. Hoy soy consultor, trabajo por mi cuenta, estoy comenzando mi compañía y amo lo que hago. Claro, el estrés hoy es otro, pero en términos generales hoy mi vida es mucho más satisfactoria que antes. Hoy viajo, conozco, convivo y pruebo platillos de muchos lados, todos ellos mis deportes favoritos.
Todo esto que te cuento es porque en ocasiones pensamos que ya hemos echado a perder nuestra vida. O quizá hemos tomado una decisión que si bien es cierto ya no tiene vuelta de hoja, pensamos que es el fin del mundo o que tendré que conformarme para siempre jamás. Y la verdad es que no es así. La vida es un cúmulo inagotable de opciones y oportunidades y por eso elegí esta imagen que comparto en el post para ejemplificarlo.
Hoy, en el punto en el que te encuentras en tu vida, has recorrido un camino ya. Bueno o malo, lo que sea, pero estas en un punto. Te caiste, te levantaste y aprendiste. Hoy eres distinto simplemente porque anduviste el camino de la vida. De ahí para atrás, a pesar de que haba miles de opciones (como el ser consultor para mi al momento de graduarme), decidí por otra y fui recorriendo mi camino. Ya no hay nada que hacer más que aprender, agradecer y soltar lo vivido. Pero eso no es lo importante. Lo verdaderamente importante y trascendental es entender que así como en aquel entonces tuviste opciones, hoy las tienes, las sigues teniendo. Y no importa que camino tomes, siempre, siempre habrá caminos alternos que puedas tomar.
Pero hay un pequeño truco que hace que la vida sea como con videojuego (La Leyenda de Zelda, en mis tiempos del Nintendo): para poder descubrir los nuevos caminos, necesitas una llave, una poción mágica o algo que te permita descubrir nuevos mundos. ¿Cómo? Sí, eso en la vida se llama consciencia. Y aquí me meteré muy brevemente en dos puntos:
- Las decisiones que has tomado lo has hecho en el nivel de consciencia que tenías en ese momento. No decidiste algo para echar a peder tu vida. Pensaste, en ese nivel de consciencia, que esa era la opción adecuada. Y lo hiciste. Punto. Ya no tiene sentido aserrar el aserrín.
- Conforme tu nivel de consciencia aumenta, comienzas a entender (y a perdonarte) por las “malas” decisiones que tomaste en el pasado, exprimes el aprendizaje y comienzas a ver la vida de una forma distinta, agradeciendo lo que tienes y haciendo lo mejor que puedes en donde estás. Y esa es la llave mágica. Comenzarás a tomar más y mejores decisiones. Te seguirás equivocando, seguirás aprendiendo, pero comenzarás a ver la vida de una manera distinta, cosa que con el nivel de consciencia anterior no podrías haber visto jamás. Y sabrás que a pesar de que vuelvas a equivocarte, siempre habrá nuevas opciones. Quizá no la que quieres, pero la vida siempre te aventará la pelota para que sigas jugando con ella.
La vida es una secuencia de oportunidades. Solo es cuestión de saber que la historia se acaba hasta que se acaba y que nada está 100% terminado (ni definido) en la vida. Siempre, siempre, habrá más caminos que se abran en cualquier punto de tu vida.
Aprovecho para invitarte al nuevo grupo del taller Vida Sin Límites, mejorado y recargado con muchas más ideas para compartirte. Si te interesa mándame un mensaje y te avisaré ya que tenga las nuevas fechas definidas. Y no, no soy un gurú que te va a dar una respuesta. Soy alguien que hará que te cuestiones para que seas tú mismo quien encuentre sus propias respuestas y llegar solamente hasta donde tú lo desees.
Finalmente, si crees que estoy pueda ser de utilidad a alguien más, ¡compártelo!. Y no olvides suscribirte al blog y así te avisaré cada que publique algo que pueda ser de tu interés.
Pax 🤟🏽
*Fotografía tomada de internet a la que solo le encimé los textos en español.