Muchas veces he planeado “cómo” espero que sea la vida, lo que quiero lograr y, sobre todo, la forma en cómo las cosas “deben” de ser. ¿Te sientes identificado?
Y en mi caso, el problema era que la misma vida me iba retroalimentado de cierta manera que yo acabé creyéndome esa historia.
Te esfuerzas en la escuela y sacas buenas calificaciones. Te esfuerzas en el trabajo y logras el puesto o el salario que quieres. Te esfuerzas, te esfuerzas y te esfuerzas…. Y no, no me malinterpretes, no estoy diciendo entonces que seamos como una veleta que gire hacia donde sople el aire; claro, esta vida se trata de hacer, de experimentar y, por supuesto, de crecer. Pero el asunto es que cada cosa que intentaba, lograba mi objetivo y eso, como escribí lineas arriba, está bien… hasta que te das cuenta que en realidad lo que estás haciendo es poner tu “recompensa” fuera de ti y, especialmente, pensar que las cosas siempre saldrán como tú quieres porque siempre te han salido como tú quieres. ¿Menuda lección de adicción al control no?
Por mucho tiempo esa fue mi concepción de felicidad y realización, en lo personal, en las relaciones, en lo financiero, en lo profesional… todo lo que me proponía -y que lograba- me llenaba… hasta que ya no me llenó. Peor aún, comenzaron a suceder cosas en mi vida que realmente me hicieron entender que había muchas, pero muchas cosas que efectivamente no estaban en mi control.
Es entonces cuando te enfrentas a situaciones especialmente diseñadas por una inteligencia superior (inserta aquí la palabra que tu uses) para mostrarte que la vida simplemente ES y que el trabajo de uno es DECIDIR cómo la quiero vivir. Y voy de nuevo a lo mismo que escribí arriba: no se trata de no hacer, no se trata de no ponerte metas, no se trata de no perseguir tus sueños…. Se trata de hacernos conscientes de dónde estamos y qué podemos hacer, justo ahí con lo que tenemos a la mano. Esa es la maestría en la vida.
Por esa razón elegí esta imagen para el post: tu puedes desear hacer las galletas perfectas. Es más, tuviste la forma de tener “palancas” para obtener la mejor receta, la perfecta. Y con eso en mente, con paciencia, dedicación (porque eres muy dedicado a lo que haces) formaste tus ositos y los pusiste en la charola. ¡Sorpresa! Abres el horno y sale ese “adefecio”. Y es entonces aquí donde viene lo verdaderamente importante:¿qué vas a hacer con lo que salga del horno?
Una opción es que DECIDAS (aunque sea inconscientemente) enojarte y tirarlas a la basura, o apachurrarte y encerrarte en ti mismo pensando que la vida es injusta o que hay algo malo en ti, algo que debe ser arreglado. Tomar la posición de víctimas es sumamente atractivo porque nos hace sentir aceptados, queridos, valorados y que alguien se preocupa por nosotros (y también porque nos permite trasladar nuestra responsabilidad al otro o a la situación misma). La gente por naturaleza es condescendiente y acaba por darte la razón… pero es precisamente lo que buscamos al hacernos las víctimas: encontrar una justificación para sentirnos así y generar aceptación de los demás. El asunto es que tomar esa posición de víctima es algo adictivo y, aunque parezca contradictorio, renuncias a todo tu poder para DECIDIR hacer algo distinto.
Ahora, otra de las opciones es que saques la charola y DECIDAS comerlas con un vaso de leche o una taza de café y disfrutar una noche de luna, una plática con un buen amigo o ver una película acurrucado con una cobija. O quizá DECIDIR que las galletas son incomibles y tirarlas a la basura SIN DRAMAS. E ahí la magia de la palabra DECISIÓN.
Sí, yo también pasé (y paso) por eso. Es muy difícil entender esto de “YO DECIDO cómo ver la vida” porque suena demasiado sencillo y entonces, si es demasiado sencillo, comienzo a cuestionarme el por qué me cuesta tanto “entenderlo” y por qué para los demás es exactamente igual de difícil que para mi. Suena muy contraintuitivo pero justo esa es nuestra labor de ir tomando consciencia de nuestra vida y, precisamente, de nuestras decisiones.
¿Qué he aprendido yo en todo esto?
- Las cosas, y la vida, son como son. Punto. Sí, hay cosas que son tristes, que nos desagradan, pero una cosa es el dolor (que es natural) y otra es el sufrimiento (que es autoinfligido y no sirve de mucho). Lo que duele no es tanto lo que nos pasa, sino la interpretación que le damos a lo que me pasa. Sentirme herido por algo que alguien me hizo, por ejemplo, es decidir tomar como personal aquello que haya hecho. Y claro, no faltará quien me refute: “pero y si, por ejemplo, me han hecho algo que física o emocionalmente me haya hecho daño, un verdadero daño, no es tanto un tema de interpretación, ¿o sí?”. No puedo negar eso, claro que el daño puede existir y las secuelas pueden ser complicadas de manejar, pero de nuevo, aquí me refiero al 90% de cosas a las que sobrereaccionamos dramáticamente. Debo decirte que con esto no me refiero a tratar de poner un curita para todo y fingir que no existe. Las cosas pasan y así como pasan tenemos que digerirlas (y no digo que sea fácil ni rápido). La pregunta entonces ya no es tanto el por qué me paso, sino el qué voy a hacer con esto. Y en esa DECISIÓN justamente tratar de darle un contexto más amplio. Y esto me lleva al segundo punto:
- La forma en como yo decida reaccionar, la interpretación que yo decida darle, es lo único que verdaderamente puedo controlar. ¿Es fácil? ¡Vaya que no! Pero conforme vas siendo más consciente, te das cuenta que efectivamente en tu vida pueden pasar verdaderas tragedias, pero quizá el 90% del drama realmente está más relacionado con la forma en como has decidido reaccionar, que a la situación como tal. ¿Te corrieron del trabajo? ¿Te peleaste durísimo con tu pareja? ¿La situación económica no es la mejor? Entiendo… pero la vida ahí está. Ahora, ¿qué puedes hacer ahí donde estas? ¿Qué DECIDES hacer? Quizá a eso se reduce todo (y no, no soy un insensible porque yo también me ahogo en mis propios vasos de agua)
- Al final te das cuenta que lo que pasó es lo mejor que pudo haber pasado. Tronó tu relación sentimental, pero eso te llevo a descubrir a alguien más con quien disfrutas la vida o quizá a darte cuenta que solo estás mejor. Te corrieron del trabajo, y eso hizo que finamente te aventaras a hacer eso que tanto te apasiona. A veces lo mejor que nos puede pasar en la vida es que las cosas no salgan como queremos porque justamente la vida es más sabia que nosotros. La vida no necesariamente te da lo que quieres, pero si te da lo que necesitas para crecer como ser humano… solo es cuestión de darle un poco de tiempo al tiempo y verás que las piezas del rompecabezas van embonando solas.
Así, cuando las galletas salgan feas o quemadas, antes de comenzar a martirizarte o echarle la culpa al horno, a la receta o al perro, quiero que sepas que siempre tienes la opción de DECIDIR cómo reaccionar ante lo que te pase. Quizá no sea fácil, agradable o hasta justo, pero nunca sabes. Como dijo Einstein, en esta vida tienes que tomar una decisión: creer que vives en un universo hostil o creer que vives en un universo amigable. Yo ya hice las pases con el mio aunque he de reconocer que de repente esa adicción al victimismo me sigue ganando… solo que ahora me doy cuenta y rectifico. Eso en mi vida me ha permitido retomar el control de mis estados emocionales y de mis pronóstico acerca de mi propio futuro.
Si te gustan este tipo de reflexiones, te invito a que me sigas en redes sociales, tanto Facebook como en Instagram como hectormurx), así como en mi blog (al que te invito a que te suscribas).
De igual forma, si crees que esto pueda serle útil a alguien, no dudes en compartirlo. Uno nunca sabe a quién pueda llegar un “mensaje” cuando más lo requiera.
Y sobre estas reflexiones y otras tantas más que hubiera deseado haberme topado años antes es de lo que trata mi libro “Si lo hubiera sabido antes”, disponible en Amazon en formato papel y digital, el cual puedes adquirir dando click aquí.
Pax 🤟🏽
Fotografía de @Polymernai en Twitter