“Nuestras huellas no se borran de las vidas que tocamos” – Judy Blume
¿Te has puesto a pensar en la vidas que tocas todos los días? ¿En la influencia que ejerces en ellas, muchas veces sin siquiera pensarlo?
Ya sean tus hijos, amigos o tu equipo de colaboradores, todos los días generas un cierto nivel de influencia con las personas con las que interactúas
¿Cómo?
Sí. Con lo que dices, pero más aún con lo que haces.
La congruencia es hoy un activo infravalorado. Y curiosamente es la mejor herramienta para conectar con los demás.
Para conectar con el otro lo puedes hacer de dos maneras. Una de ellas es dándoles por su lado, haciendo lo que necesiten, poniéndose a sus órdenes.
¿Funciona? Por supuesto. ¿Quién rechaza ayuda o alguien que apoye sus ideas? Nadie, en un principio.
Sin embargo, a la larga, una persona a la que todo te dice que sí, quien en todo está de acuerdo contigo, no te reta. No te hace pensar distinto. Y eso no te permite evolucionar.
Pero hay una forma más radical de conectar con los demás: ser congruente y radical.
La congruencia es la relación coherente entre lo que piensas, lo que dices y lo que haces. Es esa magia que se muestra como la transparencia en una persona.
Y puede ser que eso del otro te agrade o no, que vaya alineado a tus ideas o no. Pero precisamente ahí está la riqueza de la congruencia.
Tu puedes no estar de acuerdo con alguien y puede ser que eso detone conflictos a resolver. Puede ser que esa persona te saque de tus casillas y que en su momento preferirías no tener ningún tipo de relación con ella.
Pero hay algo de lo que jamás podrás quejarte y que tampoco podrás reclamarle: su congruencia.
Puede ser que no te guste, pero el que la otra persona sea congruente es algo que no podrás negar.
Y muchas veces la congruencia es radical pues pisa demasiados callos. Va en contra de la corriente y hacer eso es ponerte en la mira del sistema y sus secuaces.
Ser radical implica tener total confianza en que importan más los valores por los que te mueves que las opiniones, incluso las acciones, de los demás hacia tu persona.
Ser radical es decidir ser quien eres aún y a sabiendas de las potenciales consecuencias.
Ser radical es la congruencia en extremo.
En un trabajo, en tu negocio, en tu emprendimiento, busca siempre ser congruente.
Pero hay un nivel más alto que va más allá de buscar ser congruente: es simplemente serlo.
Porque cuando lo eres sin buscarlo, quiere decir que esa forma de operar en la vida ya está en tu esencia. Ya no tienes que cuidar quién eres y cómo reaccionar porque la congruencia es algo que no solo te caracteriza, sino que te define. Es tu naturaleza.
Ser un líder congruente no necesariamente implica ser aceptado, pues la aceptación dependerá del estándar de la organización.
Pero algo que si te puedo decir, porque lo he vivido en carne propia, es que a la larga el ser congruente paga de maravilla.
Quizá no podrás controlar lo que pase, pero sabrás que a pesar de eso, podrás ir todas las noches a la cama y conciliarás el sueño sin esfuerzo pues sabrás que has hecho lo que eres: congruencia pura.
Y la congruencia es algo que tus colaboradores, aquellas personas con quienes convives todos los días, reconocerán. Y al reconocértelo te darán en automático toda su confianza.
Estarán de tu lado sin cuestionarse, sin preguntarse, porque sabrán que esperar cuando están contigo.
Sabrán que habrán momentos tranquilos y tormentas pesadas. Pero aún en el ojo del huracán tendrán plena confianza en cómo responderás.
Y esa paz mental para los demás no tiene precio.
Se congruente, se radical. Que la huella que deje en los demás sea indeleble, sea grandiosa y que cuando alguien pase por tu vida, se lleve lo mejor de ti.
Así, de esa forma, inspirarás a que ellos puedan hacer lo mismo.
Si no has visto la película Radical, te invito a que te des una escapada al cine. Sin duda una historia con mucho trasfondo que te dejará pensando.
Cuestiónate. Reflexiona. Evoluciona. Crece.
Porque una vida sin crecimiento es una vida sin sentido.
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