Muchos vamos por la vida persiguiendo nuestras metas y sueños y siempre hemos tenido en el inconsciente colectivo la idea de que, con esfuerzo y dedicación, podremos lograrlo.
Hasta aquí podemos suponer que está bien y que esa forma de operar realmente nos puede llevar a donde queremos.
Ahora bien, si todo depende de nuestro esfuerzo y enfoque… ¿por qué a veces pareciera que la vida nos pone en situaciones y lugares que no queremos?… es decir, si realmente dependiera solo de nosotros, ¿no sería esto que te planteo una total incongruencia?
Dame el beneficio de la duda y quédate hasta el final y así puedas sacar tus propias conclusiones.
¿Cuántas veces en la vida no te has planteado esa pregunta? “¿Por qué estoy viviendo esto?”, “No quiero esto, no quiero estar aquí un segundo más”.
Más aún, muchas veces hasta te has cuestionado que “pecado” habrás cometido o, incluso si crees en eso, qué karmas vienes arrastrando de tus vidas pasadas. No cuestionaré, ni me meteré por ahora en esto último.
Bien, si tratamos de desmenuzar esa sensación de “no quiero estar aquí” (y aquí cabe que sea tu trabajo, tu negocio, tus relaciones, la ciudad donde vives, tus familiares, literalmente lo que sea que estés viviendo), quizá concordarás conmigo que la principal razón para ese malestar, frustración o incluso resignación es la gran cisma entre lo que quieres y lo que necesitas.
Sí. Lo que necesitas.
Vayamos a la siguiente capa de la cebolla y aquí probablemente haré que te cuestiones las justificaciones que tú mismo quizá te vendes.
Cuando tú decides que “eso” es lo que quieres vivir y experimentar (un mejor trabajo, mayores recursos financieros, una vida en pareja, etcétera), lo decides partiendo de tus experiencias previas, de las creencias que tienes. Vaya, del sistema con el cual operas hoy en día.
Y para entenderlo mejor, me gustaría utilizar una historia.
Imagina que Pedro tuvo una infancia con mucha carencia en la que fue constantemente golpeado por aquellos que se suponía debían amarlo más. Como refugio emocional, solía pasar la mayor parte de su tiempo con sus amigos, que venían de situaciones similares pero a quienes veía con dinero que sacaban de ciertos “negocios” y les permitía hacerse de todo aquello que jamás tuvo.
Harto del infierno que vivía, decide marcharse de su casa y perseguir el sueño que veía en sus amigos. Eso era lo que el quería, pensando que el dinero era lo que le ayudaría vivir de una mejor manera. Su válvula de escape parecía la solución perfecta.
Sin embargo tiempo después comprendió que los “negocios” pasarían factura. La historia, a partir de aquí puede tener varios desenlaces pero quiero quedarme justo aquí.
Si bien la situación de Pedro era la justificación perfecta para no querer eso, los paradigmas con los cuales vivía (una vida carente de recursos y amor) le hizo pensar en la solución que resolvería eso que no quería (ganar mucho dinero, y además fácilmente, para tener todo lo que no tuvo).
¿Lo que quería era lo mejor para él? Yo no puedo hacer un juicio sobre su decisión, pero si puedo usar su decisión para poner en contraste lo que quiero mostrarte.
Esta capa de la cebolla implica cuestionar las razones de por qué queremos lo que queremos y por qué creemos que donde estamos no es lo mejor para nosotros… y justo eso es lo que nos hace “salir de la zona de confort” y empeñarnos en lograr algo mejor.
Y creo que aquí es muy importante aclarar que con esto que escribo no justifico ningún tipo de situación. Mi objetivo es simplemente abonar en que tú amplíes tu propia perspectiva.
Entonces, con eso en mente, vayamos contigo.
Trae a tu mente un momento “realmente difícil” que hayas vivido y, que en ese momento, estar ahí fuera casi que la antesala del infierno.
Seguramente buscabas salir de ahí lo más pronto posible. Y es entendible.
Pero… ¿te has puesto a pensar, especialmente después de un proceso de reflexión y con un periodo de tiempo suficiente, que quizá eso fue lo mejor que te pudo haber pasado?
Laura vivía el matrimonio perfecto. Su pareja tenía un gran puesto corporativo y eso les permitía vivir cómodamente. Realmente no tenía ninguna preocupación en su vida y su posición le permitía ir de un evento social a otro, disfrutando de brunches en los mejores restaurantes de la ciudad donde vivían.
A veces se ponía a pensar en cuánto extrañaba el ejercer su profesión. Disfrutaba mucho la abogacía y defender las causas que para ella eran importantes. Pero bueno, la vida le había puesto enfrente una disyuntiva y comprendió que sacrificar su carrera, al menos temporalmente, para mudarse a la ciudad donde estaba el corporativo donde trabajaba su pareja era el paso a seguir.
Años más tarde se entera de que su pareja llevaba tiempo engañándola. Sus sueños y sus planes se vinieron abajo. Su vida se convirtió en un infierno y no sabía como salirse de ahí porque no tenía ni idea de cómo iba a vivir ni como mantendría su estilo de vida. Y todo eso le ocasionaba mucho desgaste y estrés.
¿Por qué la vida le había puesto eso enfrente si ella era “buena” y en sus planes incluso buscaba crear una fundación para obras de caridad?
Finalmente decidió separarse. Vivió una incertidumbre tremenda. Tuvo que mudarse a su ciudad natal, dejar sus amistades y su estilo de vida y comenzar prácticamente desde cero.
En su desesperación, desempolvó su título profesional y volvió, más por necesidad, a ejercer en el despacho de un viejo amigo.
A la vuelta de los años, Laura había logrado crecer en la firma. También logró convencer a su amigo de crear una oficina para apoyar a sectores en riesgo y eso hizo que la firma cobrara mucho reconocimiento en la comunidad. Laura se sentía de maravilla hasta el punto de agradecer cada mañana la oportunidad que tenía de hacer lo que hacía.
Entonces, ¿qué tan mala fue la experiencia del engaño, del matrimonio fallido y de tener que comenzar de cero?
Y con esto no pongo en tela de juicio todo el tumulto de emociones y sufrimiento que debió haber vivido. Sin duda vaya que lo experimentó.
Sin embargo, muchas veces la vida no te pone enfrente lo que quieres, sino lo que realmente necesitas.
“¿Y para que demonios necesitaría yo vivir algo como eso?”, quizá te estarás preguntando.
Bien, porque cada una de las experiencias que vives te sirven para evolucionar; porque te permiten sacar a la luz aquello que está mas escondido en tu sombra.
Para Laura quizá era el darse cuenta de que ella podía dar mucho más que simplemente esperar sentada siempre recibiendo. Porque entendió quizá que hacer algo por los demás la llenaba mucho más que tener todo a la disposición de sus dedos.
Y me gustaría cerrar este artículo con otra pregunta: si realmente podemos operar desde una creencia de que todo lo que pasa es perfecto, ¿qué “importancia” tendría lo que fuera que pasara? ¿Sería necesario desgastarse tanto por aquello que consideramos que no queremos o no nos gusta?
Y con esto no quiero decir que tienes que aceptar y resignarte a vivir algo que no quieres.
No. Jamás.
Mi punto aquí es que, aún en los momentos más complejos de tu vida, puedes sacar siempre algo positivo que te hará crecer. Seguramente deberás tomar decisiones, enfrentarte a lo desconocido, salirte de zona de confort… pero eso te hará crecer.
Te hará darte cuenta de tesoros, habilidades y fortalezas que jamás creíste tener y de los que tendrás que echar mano para salir a flote y seguir avanzando.
Y entonces, a la sombra del tiempo, quizá pase por tu mente que eso que pasó fue lo mejor.
¿Y si realmente estuvieras en el lugar perfecto?
Mi lección fue que realmente no importa tanto lo que te pasa, sino lo que decides hacer con ello.
Claro, solo si así lo quieres ver.
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