“La paz interior comienza el día que decides no permitir que otra persona o evento maneje tus emociones” -Anónimo
Muy seguramente te enteraste del caos mundial que causó la caída de los sistemas informáticos la semana pasada.
Millones de computadoras quedaron inoperables después de una fallida actualización, lo que afectó por igual a empresas que a gobiernos…. y uno se los sectores fuertemente impactados fue el aeronáutico.
Ese viernes yo debía tomar un vuelo desde la Cd. de México. Por si no fuera poco, no paraba de llover. Llegar al aeropuerto implicaría todo un reto… y no quedó de otra más que confiar en la vida y en el conductor del Uber en el que iba.
Viajar es algo que amo de mi trabajo. Y los aeropuertos para mi se han convertido en espacios de observación del comportamiento humano que me ayudan a poner en perspectiva la forma en como reaccionamos y procesamos eventos y emociones. Y este fue un laboratorio perfecto.
Los seres humanos desarrollamos una adicción por el control tan pronto comenzamos a tener consciencia.
Un niño pequeño hará las caras o la graciosidad para hacer reír a sus padres porque en el evento se sentirá conectado y tendrá la atención de ellos. Y a nivel inconsciente, de alguna forma, eso es una especie de control.
Has sacado excelentes calificaciones y sientes que has encontrado la fórmula perfecta: poner atención en clase para, inconscientemente, ser el consentido de tu maestra. Estudiar y aplicarte con tus tareas, lo cual te permite sacar esa calificaciones. Sabes perfectamente cómo manejarlo.
Si alguna vez te has peleado con tu pareja, quizá busques complacerle con algo que le guste; quizá invitarle a cenar, a ver una película al cine (¿todavía se acostumbra?) o incluso comprarle flores. Si bien es cierto te interesa arreglar el tema con tu pareja, también quizá, de forma inconsciente, quieres controlar la situación para que todo esté bien y tú puedas sentirte cómodo y tranquilo.
En tu trabajo has aprendido a manejar los “hilos” informales, aquellos que realmente mueve todo. Has aprendido a influir en tu jefe porque sabes cómo le gustan las cosas y eso te ha abierto las puertas a varios proyectos que te ayudarán a ir subiendo por la escalera organizacional. Has desarrollado una maestría en el juego y te sientes en control.
Pero que pasa con el niño cuando el papá o la mamá estas abstraídos en sus temas y, sin querer, ignoran las gracias que el niño hace. Quizá, sintiéndose ignorado, comience a llorar. No alcanzará a entender por qué la gracia que antes hacía reír tanto a sus padres ahora apenas logra que le volteen a ver.
Quizá en la escuela a tus compañeros del salón se les ocurrió jugarle una pesada broma a uno de tus amigos durante la clase. La maestra, molesta, pregunta quién ha sido el chistoso que se a atrevido a jugarle esa mala pasada. Nadie contesta, y a la maestra no le queda más que castigar a todo el grupo para ver si así “aprenden”. Todos tendrán 20 puntos menos de calificación. Acaban de arruinar tus calificaciones perfectas. Lo peor es que tú no tuviste nada que ver en ese asunto.
Las flores, la invitación a cenar y la ida al cine, que tantas veces te han salvado, ahora no han servido de mucho. Tu pareja da por terminado el noviazgo y te dice que no quiere volver a verte jamás. Quisieras controlar sus emociones y su respuesta hacia ti, pero te das cuenta, a la mala, que nada de eso está en tus manos.
Es viernes por la tarde y te preparas para regresar a casa. Caminando por los pasillos, alcanzas a escuchar a dos directivos platicando y te enteras que ese puesto por el que habías estado trabajando todos los días durante los últimos años, tu jefe se lo ha dado a otro de tus compañeros… un tipo que ni siquiera lo merece porque no ha puesto el esfuerzo ni la dedicación que tú sí.
¿Cómo te hace sentir todo eso?
Hemos sido educados pensando que tenemos el control de las cosas, de la vida.
“Si hago X, obtendré Y”
¿Y sabes qué es lo peor de todo? Que muchas veces sí nos funciona, y eso no hace más que reforzar esa creencia de que las cosas, todas las cosas, dependen de nosotros.
Esa es la paradoja del control: cuanto más crees que tienes todo bajo control, la vida te pone enfrente algunas lecciones para comprendas que no es así.
No controlas nada.
Quizá estés pensando que sí así con las cosas, entonces ¿qué caso tiene esforzarse, luchar por las metas que te has propuesto? ¿Hay que tirar los sueños a la basura?
Nada que ver. Esas justificaciones son bastante infantiles porque incluso con ellas lo que buscas demostrarle a la vida es que si ella no te da juego, tu no juegas.
Te tengo noticias: a la vida eso le importa un bledo.
No controlas nada porque no hay nada que controlar. No puedes controlar los eventos, lo que los demás piensan e incluso la forma en como reaccionan.
Pero hay algo que sí puedes controlar: lo que tú piensas y la reacción que tienes ante las circunstancias que la vida te pone enfrente.
Y solamente eso.
Cada uno tiene que decidir la actitud con la que se vive la vida. Y esa es la decisión más fundamental que haces a cada instante.
Eso mismo pasó en el aeropuerto.
Había mucha frustración y enojo acumulado. Las personas necesitaban llegar a sus destinos y cada quién tenía una historia válida.
Pero así estaba la situación. Y nadie podía hacer nada al respecto.
Cuando saltó el primero en perder los estribos y comenzó a reclamar, cual berrinche de una criatura de 3 años, se desató la reacción en cadena.
Se armó el San Quintín.
“Son unos estafadores”. “Regrésame en este momento mi dinero”. “Quiero hablar con tu jefe en este momento”. “No eres capaz de resolverme nada”.
En otras palabras, “quiero el control”.
Y muy en el fondo, “quiero estar tranquilo y mi tranquilidad depende de que hagan lo que necesito”.
Una muy pobre gestión emocional que demostraba, por un lado, la incapacidad de comprender -ya ni hablemos de ser empáticos-, y, por otro, la necesidad inconsciente e intensa por querer controlar las cosas que pasan.
Lo más lamentable era que quienes estaban en los mostradores, siendo los menos culpables, fueron quienes tuvieron que pagar parte de los platos rotos.
No. No se justifica el hecho de que una empresa haya causado tantos estragos a nivel global por un minúsculo descuido. Quizá ni se entienda… pero así serán muchos eventos en tu vida.
¿Cómo quieres procesarlo? ¿Cómo decides reaccionar?
¿Prefieres el control o la paz interior?
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